No se quién soy, ni de dónde vengo, ni hacia dónde voy...

martes, 1 de febrero de 2011

Somos victimas de lo que hacemos...

Ya no me queda cuento para princesas. Los reyes ya no ofrecen onerosas recompensas por su rescate, hace años que se fueron astiados de sus reinos raptados por la susurrada belleza de cortesanas que aventuraban eterna juventud a su vera. Valientes cobardes, intentan pagar su aflicción mediante regalos migajas de su inmensa fortuna y promesas de mecenazgo para el futuro de su prole. Luego la tristeza les abruma cuando no son correspondidos con el amor que no dan.

Las reinas marchitadas en angustia y pluriempleadas afectivas hacen malabarismos emocionales para conciliar sentimientos que apenas empezaron a entender cuando sus sueños quebraron en realidades para no dormir. Heroínas derrotadas con la cabeza alta y rodillas hincadas, rezan a dioses en los que dejaron de creer para que sus vástagos eviten la maldición del bucle familiar en las que ellas mismas se ven inmersas. Perdidas, acaban dando una anhelada libertad a una descendencia que aun no esta preparada para procesarla.

Los príncipes pretendientes caen como moscas en la miel sin darse cuenta que no fueron nunca correspondidos. Asfixiados por un agujero negro de atención terminan huyendo mentalmente de una película, que aunque de acción, tiene subtítulos. Nadie sera tan bueno como el padre que nunca hubo.

Y ellas, huerfanas de amor, esperan en jaulas doradas ofreciendo prietas carnes, que algún valiente las rescate de las garras de algún fantasmagórico dragón que impide que sean las personas que les gustaría ser. Victimas a todos los ojos de un pasado que no eligieron, se piensan que en el futuro les deparara la misma responsabilidad. Solo ellas, blandiendo su espada, se liberaran de sus miedos. Solo un buen consejo, a la sombra de su oído, les mostrara la piedra donde descansa ese acero.

Otra colaboración de Luis Pelillos AlaMar

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